movimientorevolucionariomarzo28

Universidad y revolución

Universidad y revolución: la saga del movimiento estudiantil.

 


        Los movimientos sociales cuando son universitarios, apuntan fundamentalmente al problema de la relación compleja entre la universidad y su contexto social, entre universidad y estado, entre universidad y sociedad, ya que la universidad como institución no es un ente aislado, sino que responde a determinados acontecimientos en la sociedad.

Los movimientos estudiantiles no son episodios de ocurrencia ocasional, sino parte de la vida universitaria desde que esta existe; de su complejidad y su estrecha vinculación con la sociedad en general. Los movimientos estudiantiles distan mucho de ser complejos autónomos que obedecen a su propia dinámica y definen libremente sus medios y objetivos.

En general un movimiento estudiantil es la expresión de un conjunto de fuerzas sociales que en el alcanzan una manifestación especifica. Del apoyo de esas fuerzas extrauniversitarias, depende el desarrollo de los movimientos universitarios y esto explica su diferente significado y desarrollo. El análisis de estos actores y de sus organizaciones es de suma importancia para comprender los alcances y las limitaciones de estos movimientos. Las organizaciones estudiantiles siempre tienen una dimensión gremial y una política, entendiendo por lo primero todo lo que se refiere al que hacer de los estudiantes, sus logros y conquistas académicas, y por lo segundo la dimensión ideológica y su vinculación con la política en general.

            Los movimientos estudiantiles han sido en América latina y el Caribe una constante desde la fundación de las primeras universidades a principio de la época colonial. Históricamente, nuestros pueblos han vivido diferentes coyunturas económicas y políticas que de alguna manera han venido agudizando las contradicciones de clase dentro del sistema capitalista dependiente, lo que ha originado una serie de conflictos sociales en los cuales el movimiento estudiantil ha desempeñado un papel muy dinámico. Esto se hiso en particular evidente a partir del movimiento de reforma universitaria de Córdoba en Argentina. En 1918, los estudiantes cordobeses iniciaron la reforma universitaria. Este proceso no tardo en extenderse a otras universidades argentinas, y desde ahí a toda América latina y el mundo. Desde finales del siglo pasado, la penetración del capital extranjero había creado en las grandes ciudades del continente una clase media que pugnaba por ingresar en la universidad. Su pretensión, sin embargo, chocaba contra la estructura medieval de estas, que tenían como función formar a los hijos de las clases dominantes.

Esta contradicción fue la base para que la chispa que se encendió en Córdoba prendiera rápidamente hasta expandirse durante más de una década por todo el continente. El fuego sacudió primero al Perú, luego a chile y cuba, Colombia, Guatemala y Uruguay. Una segunda oleada, se dará  en la época de los 30 en el Brasil, Paraguay, Bolivia, ecuador, Venezuela y México. Con la bandera de la reforma universitaria se funda el movimiento estudiantil americano y toma forma su programa por la participación estudiantil en el gobierno de casas de altos estudios, la autonomía universitaria, la docencia libre y la extensión universitaria. La reforma represento, sin embargo, mucho más que un mero episodio estudiantil. Tuvo presente desde un primer momento el ímpetu de los sectores medios en un contexto más general determinados por la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y el ascenso general de la clase obrera europea de la primera posguerra. Si este proceso influirá decididamente en el auge del proceso reformista, la derrota de la revolución y el equilibrio capitalista que se dará a mediados de la década de los veinte jugaran en su contra.

            La reforma universitaria es parte fundamental de la historia de América Latina y el Caribe. Varias generaciones posteriores fueron tributarias de este movimiento. Uno de los mayores meritos de la reforma fue el de poner de manifiesto la unidad de la transformación educativa y cultural con la transformación social y política de la sociedad. La critica al sistema educativo se proyecto como critica al régimen social, en función de un “ideal democrático” (poco a poco y en virtud de la diferenciación interna del movimiento reformista, sus planteamientos empezaron a abordar las contradicciones mismas de la propia “democracia”, la realidad del antagonismo entre las clases sociales, la unidad del estudiantado con la clase obrera en torno a una transformación global de los fundamentos de la sociedad burguesa).

Sin embargo, los reformistas se toparon con sus límites al comprobar en la realidad la incapacidad de la pequeña burguesía para desempeñar un papel independiente. Esta limitación estructural estuvo presente en el APRA peruano y en todos los partidos que surgen bajo su influencia como el MNR boliviano, el PRA en Cuba, Acción Democrática en Venezuela, etc. La respuesta vino de las filas del comunismo, y mas precisamente de dos protagonistas de la reforma, el peruano Mariátegui y el cubano Mella. En primer lugar, atacaron la teoría de “la joven generación”. Mariátegui considero que no era la “nueva sensibilidad” de la juventud lo que había encendido su entusiasmo revolucionario, sino que era la lucha del proletariado. El camino que trazo Mella, si bien el no lo pudo recorrer en su totalidad, fue seguido décadas mas tarde por un movimiento naciente dirigido también, en gran parte, por jóvenes universitarios creadores del “movimiento 26 de Julio”, bajo el liderazgo de Fidel Castro, que realizo la primera revolución que se identifico con el socialismo en el continente.

            La reforma supero el terreno puramente universitario y se abrió a la lucha política más general. Pero al hacerlo comprobó con rapidez sus propios límites, ya que no pudo desempeñar un papel independiente en la escena política, y de inmediato se dividió entre los que se pasaron al terreno de la burguesía y los que abrazaron la causa del proletariado. No obstante, las reivindicaciones democráticas que le dieron vida mantienen hoy toda su vigencia. La lucha por la autonomía, el cogobierno, la docencia libre, la cátedra paralela, deben ser integradas a un planteamiento de conjunto de la cuestión educativa. Esta lucha debe partir de la conclusión a la que arribaron los sectores mas avanzados del movimiento reformista: la transformación educativa es inseparable de la transformación social contra la opresión y la miseria capitalista. La revolución educativa solo puede realizarse como revolución social.

            En Venezuela, entre 1828 y 1958, la universidad se mantuvo como una institución eminentemente liberal, dedicada a la búsqueda del conocimiento por el conocimiento mismo, una institución publica dedicada al cultivo de distintas aéreas del saber sin establecer jerarquías entre ellas. En la primera mitad del siglo XX, en el marco de este modelo de universidad, destaca el papel del movimiento estudiantil universitario en la lucha por la democratización y en contra de las dictaduras de Juan Vicente Gómez (década de los veinte) y Marcos Pérez Jiménez (década de los cincuenta). En 1958, cuando emerge la universidad “moderna”, esta institución asume nuevas tareas y nuevas funciones. La universidad se propone adecuar el entrenamiento de los profesionales de acuerdo a las necesidades del mercado laboral. La universidad adquiere un perfil instrumental que supone la tarea de formar a las elites profesionales y políticas. Al mismo tiempo, se abren los canales de la participación política a través de las organizaciones políticas conformadas por los profesores, empleados y estudiantes, en este contexto, desde 1958 y hasta 1970, año este en el cual ocurre la intervención ordenada por el gobierno de Rafael Caldera con apoyo de Acción Democrática, los estudiantes van a conformar el eje del movimiento político universitario. A lo largo de esos años, la universidad venezolana se constituye en parte fundamental del escenario de insurgencia revolucionaria que se enfrenta a la alianza sociopolítica y a los intereses económicos que representa el Pacto de Punto Fijo. Allanamientos, persecuciones, torturas, asesinatos y desapariciones forman parte de la ofensiva desatadas por las clases dominantes para apaciguar y golpear al movimiento estudiantil.

            En 1969 surgió el movimiento de renovación universitaria, teniendo como telón de fondo el proceso revolucionario cubano, la lucha guerrillera, el Mayo francés y las protestas estudiantiles en México. Mientras la juventud europea expresaba su hastió por la sociedad opulenta u pugnaba por posicionarse mejor dentro del aparato universitario, en América Latina y otras regiones del llamado “Tercer Mundo “los jóvenes estudiantes se batían contra el subdesarrollo y la explotación. Con el retroceso capitalista y la generación de la protesta parecía que el crónico sueño de una humanidad unida ya estaba a punto de culminar. Con la renovación, el movimiento estudiantil universitario emprendió una crítica virulenta de la institución universitaria, planteándose la necesidad de crear una nueva universidad liberada del conservadurismo institucional, opuesta a los intereses del poder capitalista e imperial, proclive a la lucha para alcanzar la liberación nacional y construir el socialismo. La renovación se propuso impulsar procesos de creación alternativos y conformar espacios de crítica radical desde los cuales se refutaron las visiones tecnocráticas de la universidad. Asimismo, promovió un modelo de universidad caracterizado, entre otros rasgos, por la coparticipación de los diversos actores en el manejo y gobierno de la institución, con subsidio ilimitado por parte del Estado, preservación y profundización de la autonomía que suponía también la noción de territorialidad, total gratuidad para los estudiantes y plena seguridad social para el profesorado. Esta universidad era concebida como instrumento antiimperialista y de cambio revolucionario apoyada fundamentalmente en la fuerza ideológica y política del movimiento estudiantil.

            La renovación universitaria tuvo que hacer frente a detractores de variado signo que la tildaron de utopista y voluntarista. La intervención de la universidad y la modificación de la ley de universidades fueron emprendidas por la fuerza de la reacción para contrarrestar el avance de la renovación. Aunque las movilizaciones estudiantiles continuaron en los años siguientes, alcanzando un clímax en 1971, el empuje de la renovación desapareció en la segunda mitad de la década de los sesenta. De esta manera, y con el reflujo del movimiento estudiantil, parte a su vez del reflujo del movimiento popular y revolucionario, se termino de imponer los modelos de institución universitaria orientados por parámetros de eficiencia y productivismo, acordes con los intereses del imperio y sus socios locales.

El modelo de universidad que emergió en 1958 estuvo sometido desde sus inicios a los vaivenes y embates experimentados por las organizaciones de corte político y gremial de sus actores. Si durante los años sesenta el protagonismo recayó en el movimiento estudiantil, veinte años después correspondió a los empleados y profesores la iniciativa en la acción movilizadora. Al mismo tiempo, el énfasis se traslado de lo político a las reivindicaciones salariales. La ola conservadora de los años 80 y la caída del “socialismo real” y trajeron aparejado un cambio de paradigma. Así como el capitalismo neoliberal pretendió instaurarse como la única concepción valedera y el único sistema viable tras el supuesto eclipse de otras ideologías y variantes sociales, también se erosiono la imagen predominante moderna de la juventud estudiantil enfrentada con los prejuicios, las ataduras y las injusticias.

Aplicando los principios doctrinarios del neoliberalismo, se promovieron la privatización y la despolitización, con miras a acoplar a los estudiantes con una institución alineada con los objetivos del mercado y el aparato productivo capitalista.

En el caso de Venezuela, este modelo se expreso y se expresa aun con mayor nitidez en las universidades privadas del país. No obstante, las universidades públicas han sido fuertemente afectadas por su influencia. Pero conjuntamente con la aparición de una juventud estudiantil desmovilizada, indiferente a los signos políticos, hundida en la incredulidad y carente de liderazgos, modelos alternativos u organizaciones contenedoras, se expreso en muchos lugares y momentos con nutrida y relevante presencia estudiantil otra opción. Entre los ejemplos podemos mencionar los casos de revolución sandinista y la lucha del Frente Farabundo Martí para la liberación nacional en el Salvador,  el surgimiento del Frente Patriótico Manuel Rodríguez con su guerrilla urbana; las movilizaciones ante la corrupción en el Brasil de Collor de Mello, en la Venezuela de Carlos Andrés Pérez y el Perú de Fujimori, o ante la asonada golpista de Lino Oviedo en Paraguay, los enfrentamientos con las políticas de ajuste estructural y los proyectos pedagógicos tecnocráticos. Incluso en los centro del poder mundial capitalista ha resurgido en parte el activismo y la contestación estudiantil para combatir el neoliberalismo y la globalización, a través de numerosas marchas y manifestaciones que, desde Seattle en 1999, han desafiado a los poderes establecidos con originales estrategias operativas. Tales acciones han sido llevadas a cabo por estudiantes en operativos conjuntos con otros actores sociales y organizaciones populares (obreros, campesinos, desocupados, indígenas, activistas por los derechos humanos, ecologistas, etc). En el foro Social Mundial de Porto Alegre, al que asistieron muchos miles de jóvenes, se lanzo un proyecto para organizar las luchas globales de resistencia anticapitalistas sin que las mismas se agoten solo en las calles; el movimiento estudiantil se planteo allí como fuertemente interaccionista y democrático desde sus orígenes.

Ahora, cuando en medio de enormes dificultades y grandes esperanzas se abre paso en el continente una etapa estratégica en la lucha contra el imperio, por la construcción de un socialismo de un nuevo tipo y por la salvación de l planeta, se plantea la necesidad de impulsar la idea de las universidades como centro de diálogos intercultural y vitalización reflexiva, generadores y reproductores de ideas, debates y propuestas tendientes a propiciar cambios sociales y políticos e incluso civilizatorios. Para ello, aunque relativizando su papel, deslastrándolos de cierto mesianismo que lo marco en los años 60 y comienzo de los 70, debe contarse con la importante fuerza del estudiantado. En Venezuela, y después de un rezago de 8 años en el marco del proceso bolivariano, la recreciente y brillante actuación de un grupo de estudiantes revolucionarios han puesto sobre el tapete el objetivo de llevar la revolución a la universidad y llevar a la universidad a la revolución, en consonancia con los propósitos de alcanzar nuevas formas de democracia y participación política, social y económica, apelando al ejercicio y la lucha sobre el saber-poder que se articulan a múltiples formas contrahegemonicas. Para ello, es fundamental el concurso de un movimiento estudiantil fresco, renovado y audaz, cuya fuerza motriz este imbricada en la pluralidad de las luchas populares, sus innovaciones organizativas y sus poderes creadores.


Autor:

Francisco Javier Velasco Páez.


 

Copyright © 2010 movimientorevolucionariomarzo28.es.tl | Adapt by Awmp
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis